Le dedico la sangre fría
que vació en mis venas,
le dedico ese beso
y mis labios violáceos
casi moribundos,
mis ambiciones, mi lozanía,
perdidas en el centro de su ventolera,
mi esencia etérea desarraigada
en esa ráfaga de indiferencia.
Le dedico,
mi algarabía,
con el apuro de mi agitado corazón,
he dejado mi rostro postrado en el camino.
Le dedico mi perturbada insistencia,
el no saber donde nacer de nuevo,
o donde seguir floreciendo
diariamente en la espera.
¿En la espera de que?
Si he llovido en el sollozo,
y me he sostenido apenas,
he mordido mis nostalgias,
para que duelan,
para que sangren,
con el aguijón de la ausencia,
mas cuando zamarreo mis pensamientos,
me despierto,
ahogada en el mar de su cobardia.
Le dedico,
con estas manos llena de licor negro,
y con la mesa regada con los cigarrillos
los fumados, los consumidos,
los dedicados en su honor,
allí yo también transformada en cenizas
consumida por el dolor.
Le dedico estos mis últimos versos,
Sí, algún día le han de ver mis ojos,
sonriendo, con su sentir insensato,
mas él enterado que ha dejado cosechado
las semillas de la amargura
y en estas raíces maldita y amadas,
pasaran cuarenta versos mas
o tal vez otra vida
o simplemente...
un día ya no le recuerde
y ya no exista.
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