martes, 21 de septiembre de 2010

LA ESPERA

A la espera de una campaneo
el campesino poeta de la tierra,
solía sentarse en una banca de la plaza
a escribir viejos versos repetidos
que alguien ya leyó en otros pueblos
en otras latitudes,
ojos miraban de reojo sus libros
toda la magnitud de la palabra,
hecha verso en la mano agrietada
por el trabajo esforzado en la campiña.

Era como un desconocido a quien
todos miraban raro,
siempre lo veían escribiendo en el aire,
hablando con los centenares árboles,
sonriendo a las flores amarillas,
repitiendo una y otra vez
las oraciones de todos los días
“amor mío no te vayas, amor mío”
ya se sabia que era un loco poeta
de esos que hay tantos,
cada uno en su tierra,
pero él seguía escribiendo en el aire
seguía llamándola por su nombre,
una y otra vez hablaba con las flores.

Ya pasados largos años
su estampa aun se ve entre la neblina,
a pesar del día apunto de reventar en llanto,
la figura del poeta ya encanecido
siguen formando figuras en el aire todavía,
sigue repitiendo su nombre noche y día,
cuanto amor desplegado en su poesía,
por tantos años y todavía
el se niega a olvidarla
a pesar de tanta lejanía.


La sombra de otro tiempo aparece,
entre la espesa neblina,
figura también encanecida
mas moldeada, femenina,
es la mujer de sus oraciones
allí frente a frente
ella poso su llegada
pronuncio su nombre
el giro la cara,
casi no veía nada
ella tomo su mano
el no sentía nada
ella pregunto ¿Me recuerdas?
y el contesto:
“Señora de donde usted llega
yo no la conozco,
déjeme en paz,
que los árboles me esperan.

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